lunes, 22 de diciembre de 2008

SANTA CLAUS Y LA MAGIA DE LA NAVIDAD

SANTA CLAUS Y LA MAGIA DE LA NAVIDAD

Santa Claus o San Nicolás vivió en Asia Menor hacia el año 280 A.C. en el seno de una familia adinerada, pero desde niño compartió sus bienes con los más necesitados. Nicolás necesitaba ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.

Por eso, cuando se enteró de que en el pueblo había un hombre muy humilde que vivía con la pena de no poder casar a ninguna de sus tres hijas, y temiendo que pudieran morir de hambre cuando él no viviera, llegó incluso a pensar en venderlas.

Nicolás no dudó en entrar en la casa durante la noche por el hueco de la chimenea. Una vez dentro vio que cerca de la lumbre se estaban secando los calcetines de las tres niñas y puso dentro de cada uno de ellos el oro suficiente para tener una buena dote.

Claus optó por el recogimiento de la vida religiosa repartiendo con los pobres la herencia de sus padres. Entró desde muy joven en un monasterio, aunque su vocación religiosa no le apartó nunca de quienes le necesitaban.

Siempre tenía alegrías que compartir y su peculiar risa (ho ho ho) alegraba siempre a quienes le rodeaban, especialmente a los niños. Todos los años, cuando se acercaban las Navidades, reunía a los pequeños del pueblo y les repartía dulces y regalos, tradición que ha llegado hasta nuestros días.

La fama de Nicolás trascendió fronteras y sus historias fueron relatadas en todos los rincones de Europa, donde cada país fue personalizando su propio mito de Santa Claus, añadiendo a la historia de este santo leyendas de su propio folklore.

La imagen de un anciano gordinflón vestido de rojo y con barba blanca que ha llegado a nuestros días procede de la adaptación americana de las tradiciones holandesas. Según esta leyenda Nicolás, para hacer felices a los niños de todo el mundo, marchó al Polo Norte donde tiene una enorme casa taller en la que fabrica juguetes para todos. Es ayudado por cientos de duendes y vive con sus ocho inseparables renos que cada Navidad le acompañan en un viaje mágico, a través de los sueños, para llegar a todos los hogares del mundo, llenando de sonrisas la mañana del veinticinco de diciembre.

LOS MITOS DE PAPÁ NOEL

Aunque el personaje histórico de San Nicolás es la asimilación más cercana a la figura de Papá Noel, rastreando en la historia de la mitología encontramos la figura de este gran padre del invierno en leyendas anteriores. Algunos han llegado a señalar que el propio dios Saturno fue un antecedente de nuestro dios carismático Papá Noel.

Los ocho renos también tienen antecedentes en la mitología europea y en la figura de Odín, dios de los teutones, el cual galopaba sobre un caballo de ocho patas llamado Sleipnir y visitaba a las gentes repartiendo los premios o castigos de los que eran merecedores.

LA HISTORIA DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

El árbol navideño en el que el día veinticinco de diciembre aparecen los regalos, está indisolublemente unido con la figura de Papá Noel que encierra, en su esencia, la magia de distintas tradiciones y leyendas.

Según la mitología nórdica el universo y todas sus estrellas estaban suspendidos de un enorme roble llamado Idrassil que, cada año en invierno, cuando perdía sus hojas, se le rendía culto y era decorado con antorchas, frutas y vidrios, ya que se tenía la creencia de que la caída de las hojas era un signo de abandono de los espíritus y que, a través de ese ritual, se propiciaba que regresasen en primavera.

Con posterioridad, las tradiciones druídicas veneraron al roble como un árbol sagrado, cuyo muérdago otorgaba los dones del cielo. Cada año los druidas convocaban al pueblo en torno al árbol principal, para establecer un ritual de devoción en el cual, aquellos que habían cosechado durante el año buenas acciones, podían suspender de las ramas pequeñas piedras que representaban los frutos espirituales cosechados.

Cuando el cristianismo vino a sustituir las religiones paganas, el roble fue sustituido por el abeto, que representaba con su forma triangular a la Santísima Trinidad. El abeto era decorado con manzanas que simbolizaban el pecado y con velas como símbolo de la luz que Cristo traía al mundo.

A lo largo de los años los adornos del árbol se fueron refinando y se comenzaron a fabricar bolitas de vidrio cuyos colores simbolizaban las oraciones de adviento, siendo las rojas representantes de las peticiones, las azules manifestarían el arrepentimiento, las plateadas invocarían el agradecimiento y las doradas las alabanzas.

La estrella que corona el árbol simboliza la fe y el resto de las figuras representan los regalos que le ofrecemos al niño Jesús por su nacimiento.

LOS CUATRO SECRETOS DE LA FELICIDAD

DE SANTA CLAUS

La mayor cualidad de San Nicolás era la alegría interior que emanaba de sus cuatro grandes secretos de la felicidad. Toma nota y conviértete, mediante ellos, en una persona mágica:

1º El placer de ayudar a los demás.-

Santa Claus era un hombre rico pero su riqueza no estaba basada en la enorme fortuna heredada de sus padres, sino en la grandeza de no necesitarla. Un primer paso para obtener la paz interior consiste en tomar conciencia de que, en realidad, no necesitamos tanto como creemos.

Muchas veces nos pasamos la vida persiguiendo cosas materiales que no tienen ningún valor y nos olvidamos de echar un vistazo a los que nos rodean. No ayudamos a nadie y al final, cuando obtenemos nuestros anhelados objetivos, nos sentimos vacíos por dentro.

La disponibilidad hacia los demás encierra el mayor logro del espíritu. Descubre el placer de ayudar los demás y experimentará s una dicha inefable que no es de este mundo.

Comparte tu tiempo escuchando a los que necesiten tu cariño, con los que estén tristes y también comparte tus bienes materiales con los más necesitados. De esta manera llegarás a ser la persona más rica del mundo.

2º La paz de olvidarse del «Ego».-

A veces hacemos cosas por los demás esperando que nos la agradezcan, pero en realidad no buscamos hacer felices a los otros sino de engordar nuestro «Ego».

La mejor manera de combatirlo es convertirnos en benefactores anónimos y tratar de ser felices a los que nos rodean, sin que éstos se den cuenta. Prueba hacer pequeños milagros cotidianos, observa las necesidades de los que te rodean y hazles llegar aquello que necesitan como por arte de magia, sin la necesidad de que te alaben y te aprueben.

Ellos no sabrán que eres tú el duendecillo, pero sus sonrisas no engordarán tu «Ego» sino serán la llave que abrirá tu corazón.

3º El beneficio de la sonrisa.-

Tal vez sea un poco descarado que vayas por la calle gritando (ho ho ho) pero no debes de escatimar el poder transformador de una sonrisa, por muy discreta que sea.

Ante una situación adversa en la que alguno de tu entorno te muestre su animadversión, la sonrisa será tu mejor aliada para desmontar la hostilidad del adversario, cambiando su actitud de negativa a positiva.

Con la sonrisa también puedes mostrar tu agradecimiento a quienes te hacen la vida más agradable, o dar un toque de magia en un día gris a aquellos que te rodean.

Descubre el enorme poder de la aceptación y la alegría y ganarás riqueza interior.

4º La luz que aviva permanentemente el niño interior.-

Deja que los niños se acerquen a ti. La esencia de la magia y la pureza se encuentra en el inocente corazón de los niños. Acércate a ellos y aprende de su sencillez, participa en sus juegos y canciones conectando con tu niño interior, con ese al que nunca escuchas pero que no para de repetirte que la vida es un juego.

Si consigues rescatarle y dejarte llevar por él tendrás la felicidad a un paso. El talante estirado y tieso del que considera su máscara personal, nos separa de la luz de la vida. Así, el adulto suele experimentar un sueño ilusorio donde no cabe la imaginación, la intuición y la inspiración creadora.

¡Qué Santa Claus te otorgue el poder sanador de la inocencia original! La paz de contemplar la vida sin trampas psicológicas, sin los gestos retorcidos de ese Yo que consideramos y defendemos sin sentido ante los demás.

EXTRAÍDO DE INTERNET


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