El Piano
Rózame con las yemas de los dedos
y te daré suspiros entrañables.
Asciende en mis escalas y desciende
con paso insinuante.
Hiere mis escalones de marfil
a golpes de alborozo innumerables,
y te devolveré por cada impacto
un grito apasionante.
Oh, qué limitación agotadora.
Tener tus miembros a mi propio alcance,
y carecer de labios que te besen,
y brazos que te abracen.
Recórreme sin tregua en los arpegios,
arráncame las voces que en mí yacen,
despiértame a la vida con tus manos,
No ceses de tocarme.
Yo sólo puedo darte mí armonía,
pero es como si el alma fuera a darte,
filtrándome en tu cuerpo por los dedos,
y amarte, amarte, amarte.
Francisco Álvarez Hidalgo
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