Una vez, Sheikh Nasrudín visitó la India. Al andar por la ciudad de Delhi dio con un mercado de frutas y verduras. Mientras permanecía observando en el mercado, se dio cuenta de que mucha gente estaba comprando chilis (ajíes muy picantes). En la India, la gente es muy aficionada a los chilis, pero los usan en pequeñas cantidades. Nasrudín pensó que deberían ser una golosina, así que compró dos kilos y se sentó bajo un árbol para comérselos. Al masticar el primer chili, la boca se le empezó a quemar y sus ojos y nariz empezaron a llorar y gotear. Gimió y abanicó su boca y luego empezó a masticar otro chile, pensando que éste tendría mejor sabor. Prosiguió de esta manera comiendo chili tras chili, sufriendo y esperando que el próximo tuviese mejor sabor que el anterior.
Nosotros somos como Nasrudín. Todos estamos comiendo chiles con la esperanza de que el chile que comamos mañana, o si no éste, ciertamente el que comamos al día siguiente, tenga mejor sabor. Continuamos ofreciéndonos unos a otros los mismos chiles, esperando que algún día, en algún lugar, empiecen a tener un sabor dulce. Pero el hecho es que ahora mismo nuestras bocas se están quemando, nuestros ojos están llorando y nuestras narices se están escurriendo.
Mientras Nasrudín estaba masticando sus chilis valientemente, un hombre que le había estado observando se acercó a él y le preguntó qué estaba haciendo. “Vi un montón de gente comprando esta golosina, así que yo también compré y empecé a comérmelos”, le explicó Nasrudín.
El hombre le dijo: “Mira, éstos son chili. Hay que comerlos en pequeñas cantidades”. Nasrudín asintió con la cabeza y siguió comiendo. El hombre se asombró. “Ahora que sabes lo que son -dijo-, ¿por qué no dejas de comerlos?”
Cuentos del Mula Nashrudin
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